Quiero hacer de México un país competitivo, un país ganadorÔ
Un negocio exitoso es igual a una fiesta de
cumpleaños, todo depende de cómo repartas el pastel.
(Anónimo)
Lo importante no es ganar, sino competir.
Este noble ideal fue expresado por el Barón Pierre de Coubertin en su declaración más famosa a propósito de los primeros juegos olímpicos: Lo más importante en la vida no es ganar, sino competir. Lo esencial no está en la victoria, sino en una buena lucha.
Sin embargo, el deseo de ganar, como orientación del carácter, es universal. Y en el mundo anglosajón siempre ha sido, dentro de cualquier circunstancia, considerado como un valor de la más alta estima. De ello podemos mencionar a un paradigma estadounidense que se convirtió en un clásico enciclopédico en lo que se refiere a ganar: Vincent Lombardi (1913-1970). Vince, como solían llamarle, nació en Brooklyn, N. Y. Fue nombrado "coach of the century" (entrenador del siglo) por la cadena de televisión ESPN, y es uno de los grandes referentes para los entrenadores de cualquier deporte en cualquier lugar del mundo. En sus 10 años como "head coach" (entrenador en jefe) en la Liga Nacional de Futbol (NFL por sus siglas en inglés), acumuló un récord1 total de 105 victorias, 36 derrotas y 6 empates. Conquistó 5 campeonatos de la NFL (un promedio de un campeonato cada dos años). La filosofía de Vincent Lombardi ha sido piedra fundamental no sólo en el desarrollo del futbol americano y otros deportes en Estados Unidos, sino que ha sido adoptada e implantada en otros ámbitos de la vida civilizada en todo el planeta, principalmente en el terreno de los negocios y en las técnicas seudo sicológicas de auto ayuda y desarrollo humano.
Hoy en día la frase lo importante no es ganar, sino competir, está en franco desuso y es sinónimo de derrotismo; únicamente usada —dicen— por los débiles o los pusilánimes. Por eso Vince Lombardi solía enardecer el ánimo de sus jugadores con otra expresión, obviamente no tan generosa como la del Barón de Coubertin: "WINNING IS NOT THE MOST IMPORTANT THING, IS THE ONLY THING" ("ganar no es lo mas importante, es lo único importante"). Su filosofía, llamada del segundo esfuerzo, pretende mover a la acción a individuos o grupos mediocres o conformistas para que salgan de su "cómoda condición", que salten a la palestra y luchen denodadamente para triunfar. Otra de sus citas para tal propósito es: IF IT DOESN'T MATTERS WHO WINS OR LOSE, WHY DO THEY KEEP THE SCORE?" ("si no importa quien gana o pierde, ¿por qué llevan la cuenta en el marcador?"). Su obsesión por triunfar, por ser el número uno, a juicio mío, la sintetiza con las siguientes palabras:
Definitivamente no hay espacio para un segundo lugar, solo existe un lugar en mi juego y ese es el primero.
Esa frase de Lombardi, compuesta únicamente por 20 palabras, es un pensamiento que muy probablemente Calderón hizo suyo tan intensamente que sus acciones lo demostraron amplia y profundamente durante su campaña para alcanzar su meta: se tenía que sentar en la silla presidencial a como diera lugar, sin importar los métodos. Y lo logró, "haiga sido como haiga sido".
Vince Lombardi continúa con su "filosofía ganadora" diciendo:
He finalizado dos veces en segundo lugar durante el tiempo que llevo en Green Bay, y mi intención es jamás volver a terminar en segunda posición. Existe un partido de football2 (sic) para un segundo lugar, pero es un partido para perdedores. Es y siempre ha sido un objetivo de todos los que nos consideramos ganadores, el ser primero en todo lo que hagamos, ganar, ganar y ganar.
Si no hubiésemos advertido que las palabras anteriores fueron pronunciadas por Lombardi, parecería que se trata de Calderón motivando en Los Pinos a los jugadores del equipo de futbol Santos Laguna cuando ganaron un campeonato. En esa ocasión, Alejandro Irarragorri, presidente del equipo, afirmó que la recepción que tuvieron en la Residencia Oficial de Los Pinos por parte de Felipe Calderón, los motiva a seguir por el mismo camino.
Y sin duda que Calderón ha continuado con la aplicación de la filosofía ganadora de Lombardi, quien, además, tiene la siguiente joya en su haber:
El manejar un equipo de football no difiere del manejo de cualquier otro tipo de organización, el Ejército, un partido Político, un Negocio, los principios son los mismos.
Para los políticos mexicanos tampoco existe diferencia alguna entre manejar una empresa como la Comisión Federal de Electricidad, un equipo de futbol (recordemos al Atlante, que alguna vez fue propiedad del IMSS), un banco, la Secretaría de Gobernación, una siderúrgica… o el país. Total, los principios son los mismos. Por eso Felipe Calderón, quien, como su antecesor, parece más empresario que político, tampoco ha notado ninguna diferencia y siempre ha tomado muy en serio tal divisa; pues lo mismo ha sido director de un banco, diputado, Secretario de Energía, y ahora es gerente de la sucursal México del Imperio Nórdico.
Y por lo que se ha podido ver en casi dos años de su gobierno, Calderón, como antaño los dos Vicentes (Lombardi y Fox), no parece planear, ni organizar, ni controlar nada respecto a los asuntos torales del país; solamente pronuncia discursos (que seguramente no son de su autoría) que pretenden avivar los ánimos, o, como suele decirse en el ámbito empresarial, para "motivar" a la gente para que trabaje con denuedo en pos de su proyecto de negocios, no de nación, mucho menos de patria.
Competir, dicho de dos o más personas, según la Real Academia Española, significa contender entre sí, aspirando los unos y los otros, con ahínco, a una misma cosa. Ante tal definición, debemos suponer que Calderón nos incita para que derrotemos a otros países, cosa nada fácil, según pudimos constatar, en el ámbito deportivo, durante el desarrollo de los juegos olímpicos pasados. Lo que no debemos ni siquiera pensar, es que don Felipe nos quiera estimular para que combatamos y venzamos militarmente a otras naciones. No, claro que no; lo que el señor Calderón Hinojosa quiere es que los empresarios mexicanos, y a su vez la gente que trabaja para éstos, compitan con sus productos y servicios en el mercado internacional y venzan a los empresarios de otras naciones. Es decir, que el mercado internacional prefiera lo mexicano y lo quiera consumir en mayor medida y cada vez más frecuentemente. Aquí cabe preguntar: ¿qué sabemos y podemos fabricar competitivamente los mexicanos? En otras palabras, aparte de exportar petróleo y otras materias primas, ¿qué ofrecemos de competitivo en el mercado internacional? Bueno, pues yo he oído que México es un país muy competente en exportar atún, aguacate, tomate e inclusive escobas de mijo. También he sabido que tenemos excedentes en mano de obra calificada en jardinería y albañilería; sin faltar el ejército de gente reputada en prestar servicios de calidad como meseros, galopines, recamareras, niñeras, lavaplatos, barrenderos, taxistas y cocineros. En lo que México no es competente, según han señalado algunas instituciones internacionales, es en la auto suficiencia alimentaria ni en la educación, desde la primaria hasta la profesional.
Cada vez que aparece en público es notorio que, a semejanza de lo que hacía Vince Lombardi con su equipo de futbol americano, "Philip" Calderón ha tomado como tarea prioritaria acicatear a su equipo de gerentes de ventas —su gabinete— para que sean "ganadores". Aquí el verbo acicatear se ajusta muy bien a la situación, pues acicate es una punta aguda en las espuelas para montar con un tope para que no penetre demasiado, pero sí lo suficiente para estimular al movimiento, pues nadie pondría en tela de juicio que la motivación es una condición indispensable para emprender cualquier actividad y que la persona motivada ejecuta acciones en el presente para alcanzar un objetivo en el futuro. Así, mucho habrá que decir alrededor de los frutos de su gestión.
En una sociedad sana y progresista son imprescindibles la intervención gubernamental y la iniciativa privada, ya sea individual o de grupo. La experiencia histórica universal señala fehacientemente que si no hay acción reguladora central —léase intervención del gobierno—, sobreviene la anarquía; y que si no existe la iniciativa privada, se cae en el estancamiento. Y dicen los sociólogos y los antropólogos que si esta iniciativa ha de ser fecunda en vez de destructora, tendrá que ser fomentada por instituciones adecuadas, pero también apuntan que la salvaguardia de esas instituciones tendrá que ser una de las funciones de los gobiernos. En otras palabras, para que haya progreso económico y bienestar social en cualquier país, debe existir un balance sano y equilibrado entre la intervención gubernamental y la iniciativa privada. En consecuencia, enfatizan los que saben, los fines primordiales de los gobiernos son tres: la seguridad, la justicia y la conservación. Esas tres cosas son, afirman, de la mayor importancia para la felicidad humana, y son cosas que solamente los gobiernos pueden lograr.
En cuanto a la seguridad pública, por ejemplo, una vez que tomó posesión del cargo, Calderón intervino y lanzó al Ejército a las calles para combatir al narcotráfico. Por tal acción de gobierno fue muy aplaudido y, como ególatra que es, no tardó mucho en alardear que se estaba ganando la guerra contra los traficantes de estupefacientes. Aquí confieso mi ignorancia acerca de las reglas que indiquen quién gana y quién pierde. Pero, para no alejarme de la similitud entre Mr. Philip y Mr. Vince, supongo que capturar a los cabecillas de las bandas equivale a la anotación máxima en el futbol americano, al "touch down", a 6 puntos. Aprehender a los segundos de a bordo, sigo suponiendo, equivaldrá a un "gol de campo", es decir a 3 puntos. Incautar las drogas, dinero, armas, bienes muebles e inmuebles, quizás valga los 2 puntos de un "safety" y, por último, es posible que causar bajas en la infantería, es decir, apresar o matar a los que se encargan de la distribución al menudeo de las drogas, equivaldrá al punto extra después del "touch down". Por otro lado, como no sé la forma de valorar las anotaciones a favor de los mafiosos, supongo que mientras sigamos viendo que el número de adictos va en aumento, pocos serán los que aseguren que esas organizaciones criminales están siendo derrotadas. ¿O también podremos afirmar triunfo cuando casi cotidianamente, a lo largo y a lo ancho del país, aparecen cadáveres decapitados, sin lengua, inmersos en tambos con ácido sulfúrico o "simplemente" con señales de tortura y el tiro gracia? Hay quienes dicen que sí, pues afirman que se trata de una lucha entre las bandas, que los asesinados son producto de un "ajuste de cuentas" por la presión que está ejerciendo el Gobierno. Pero, ante el atentado ocurrido en Morelia, Michoacán, el pasado 15 de septiembre, tampoco resulta acertado aseverar que se está ganando la guerra contra el crimen organizado. Cuando gente inocente, ajena a la guerra, como mujeres, niños y ancianos quienes, sin deberla ni temerla, mueren, quedan heridos, quemados o mutilados por ataques arteros y cobardes, resulta imposible atribuirse victoria. Con esto no quiero decir que no se deba hacer nada. Lo que me interesa decirle al señor Calderón es que no basta con pronunciar discursos exacerbados, manotear con furia la mesa y vociferar ¡ya basta! Tampoco es preciso "aceptar" la dádiva de 400 millones de dólares de los EUA como parte del Plan Mérida para "combatir" al narcotráfico, pues los analistas expertos están alertando que el objetivo ulterior del coloso del norte es la intervención en los asuntos nacionales, que con la aceptación de ese dinero se está poniendo en riesgo la soberanía nacional. Pero quizás Mr. Philip está pensando que la presencia de "la army y los marines" estadounidenses será el freno definitivo que impedirá el avance de las organizaciones criminales. Lo que parece no saber hacer Mr. Calderón, es combatir la infiltración de tantos delincuentes en "sus" instituciones. Tengo para mí que esos son los mayores males que están destrozando al país: la corrupción y la incompetencia, dentro y fuera del Gobierno.
Ahora hablemos de la justicia.
La justicia, en especial la justicia económica, se ha convertido en tiempos muy recientes en un tema cotidiano. Debiera ser, tal como mencionamos líneas arriba, uno de los principales objetivos de los gobiernos; y si digo que "debiera" es porque no lo está siendo. En México, por ejemplo, es imposible afirmar que hay justicia económica cuando al señor Carlos Slim, a partir de que Salinas le "concesionó" TELMEX, le bastó una década para destacarse como el hombre más rico del mundo, y que a la par existan 50 millones de pobres en el país, entre ellos 26 en el nivel de miseria. No necesito ser economista, ni saber interpretar los índices macroeconómicos para darme cuenta de la avasallante injusticia económica; a mí me basta ver la proliferación de tianguistas, limosneros, tragafuegos o vendedores de cualquier tipo de mercancías que deambulan sobre las aceras o que caminan en las calles entre los autos que las atascan. Me basta ver la mano suplicante de una de las llamadas "Marías", con el crío inevitable sobre su espalda agobiado por el calor envuelto con un rebozo raído y mugroso. Me basta observar los ojos encharcados de amargura, de una amargura abrumadora, de otra "María" mientras un niño atado a un árbol sobre un camellón juega, insensible a su miseria, con un objeto indefinible, pero que para él pudiese ser un auto o un avión, quizás un barco.
Desde el siglo XVIII, con las revoluciones francesa (1789) y norteamericana (1776), se ha venido aspirando a la justicia política, es decir, a la democracia. Pero la justicia económica, como hemos dicho líneas arriba, es un fin más reciente y requiere, a juicio de muchos economistas, un grado mayor de intervención gubernamental. Sin embargo, otros, amantes de las recetas neoliberales de moda y de la globalización, han estado pugnando por lo contrario, por "desregular", por "liberalizar", por eliminar los nacionalismos. En el caso de nuestro país, el llamado neoliberalismo empezó a penetrar las políticas económicas a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, recibió un impulso colosal en el Salinato y, a la fecha, Mr. Philip continúa acelerándolo a pesar de los descarrilamientos frecuentes y graves que ha sufrido y que, según los expertos, ese tren llamado así, neoliberalismo global, ha colisionado en Estados Unidos —Wall Street— y parece que muy difícilmente podrá ser reconstruido.
El dilema de preservar las economías nacionales y la fuerza laboral, o entregarlas "desreguladas" a la dominación global neoliberal, fue el tema que trajo debates muy nutridos en la segunda jornada de Globalización en el 2004. En ese entonces, con su conferencia magistral, el profesor norteamericano James Heckman (Premio Nobel de Economía 2000) defendió la desregulación, la apertura al comercio y la liberación del mercado laboral como la fórmula ideal para alcanzar la eficiencia, la productividad y la competitividad. Heckman ponderó muy fuertemente —como solía hacerlo Vince Lombardi— que tanto en materia de economías como de seres humanos, prevalecerán en el mercado los más capaces y fuertes, los más preparados y flexibles para adaptarse a los cambios. Y en tal sentido, enfatizó, cualquier protección o seguridad a los hombres, los procesos económicos y las producciones, a la larga retardarán el desarrollo y propiciarán menos oportunidades.
Si ponemos tales palabras en boca de Calderón, cualquiera aseguraría que él es el autor, pues con hechos, desde que era diputado en época de Ernesto Zedillo, apoyó sin ambages las medidas privatizadoras que éste tomó alrededor de la petroquímica e hizo todo lo necesario para la formación del FOBAPROA, hoy IPAB. Ya instalado en Los Pinos, destaca su empeño en "desregular" cuanto esté a su alcance. Ya lo hizo con el sistema de pensiones del ISSSTE y no ceja en hacer lo conducente para "rescatar" a PEMEX y hacerlo más "competitivo", pues, asegura, la "desregulación" y la privatización son medidas adecuadas que acelerarán el desarrollo y propiciarán más oportunidades para todos los mexicanos. Yo agregaría que sin duda lo harán en mayor cuantía para el puñado de mexicanos millonarios que controlan la economía del país. A la plebe, si bien le va, le llegarán las migajas, es decir, algunos empleos… y mal pagados.
Pero regresemos al discurso de Heckman. En el debate que le sucedió se cuestionaron, con argumentos y pasión, las formulaciones del eminente profesor, pero muchos participantes invirtieron la lógica del razonamiento del economista:
¿Por qué Estados Unidos subsidia sus productos agropecuarios? ¿Por qué no abre sus mercados a la movilidad laboral del sur?, preguntaba el panameño Adolfo Quintero; mientras el brasileño Souza, expuso el tétrico panorama de la fuerza laboral de su país que se ha desvalorizado a límites con las reformas de mercado hasta niveles crónicos de pobreza.
Desde Chile llegó la denuncia de Patricio Malatrazi, quien expuso que las "bondades" de la desregulación laboral ha traído elevados niveles de desempleo en su país. ¿Por qué insisten en más de lo mismo, si todas estas reformas nos han llevado a políticas fiscales restrictivas, reducciones de la inversión, sobreexplotación de la fuerza laboral y nuestras exportaciones tienen cada vez menos valor?
Y el argentino Julio Gambina graficó con el caso de su país Argentina que fue un modelo de estas concepciones y, sin embargo, hoy tiene más del 50 por ciento de su población por debajo de la línea de pobreza, seis millones de personas con problemas de empleo y dos millones de ellos subsidiados míseramente.
Una advertencia muy elocuente fue la del hondureño Nelson Ávila cuando sentenció que "los países no son sociedades anónimas".
Luego, durante esa jornada sobre la Globalización en el 2004, no menos sustancioso resultó el diálogo "A 60 años de las Instituciones de Bretton Woods: recuentos y transformaciones". En ese diálogo el panel de expertos reconoció que desde su mismo nacimiento, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), y el GATT , acrónimo de General Agreement on Tariffs and Trade (Acuerdo general sobre comercio y aranceles) —semilla de la hoy Organización Mundial del Comercio— han actuado siempre en defensa de los intereses de Estados Unidos. Por su parte, el joven profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, Gian Carlo Delgado, apuntó que "desde el Sur la perspectiva es que las instituciones financieras mundiales tienen que ser desmanteladas, por la agresiva imposición que ejercen sobre los países subdesarrollados". Y en ese mismo año, el a la sazón presidente de Argentina, Néstor Kirchner, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, dijo en su discurso: Se hace necesario un urgente, fuerte y estructural rediseño del Fondo Monetario Internacional para que pueda prevenir crisis y ayudar a su solución, cambiando el rumbo que lo llevó de prestamista de fomento a acreedor con demanda de privilegios."
En los días que corren, mientras escribo estas líneas, estalló, según la opinión de los analistas, la crisis financiera global más grave desde aquella llamada "la gran depresión" ocurrida en octubre de 1929. Esta vez ha resultado claro —y se confirma por enésima vez— que efectivamente el FMI y demás instituciones financieras internacionales fueron establecidas para uso, provecho y abuso de quienes las crearon: los países poderosos, especialmente Estados Unidos, país que nunca negocia con nadie, sino que siempre impone sus condiciones. Una de éstas ha sido, consistentemente, la "desregulación". Pero todo exceso conduce a su contrario. Así, la desregulación extrema en ese país y en el resto del mundo acaba de conducir a la intervención de los Estados. En esta ocasión lo han hecho con monumentales cantidades de dinero, con controles políticos y con un despliegue generalizado de intervencionismo hasta hace muy poco tiempo denigrado y perseguido. Ahora sucede que Nicolás Sarkozy (presidente de derecha de Francia) es un decidido socialdemócrata, Robert Zoellick (presidente del Banco Mundial) se ha convertido al multilateralismo, Gordon Brown (primer ministro de Inglaterra) y George W. Bush (tristemente célebre) son los nuevos paladines de la nacionalización de la banca. Y el chiste del día es que Washington es la capital de la Unión de Estados Socialistas de Norteamérica. ¡Qué cosas tiene la vida! Bueno, hasta José Luis Rodríguez Zapatero (primer ministro de España), proveniente del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se ha aliado con la oligarquía financiera. En México, los testaferros y voceros de Televisa y TV Azteca, cuyos discursos continuamente se pronunciaban a favor de la "desregulación", se han tragado sus palabras y han considerado adecuado que los Estados intervengan inyectando colosales sumas de dólares al sistema financiero internacional. Sin embargo, lo que no dicen es que los "paganos" serán los contribuyentes, los ciudadanos de a pié. Sí, como siempre ha sucedido, se han privatizado las ganancias y socializado las pérdidas. Esa es la forma en la que "los hombres de negocios" y los banqueros, alcanzan el éxito, así reparten el pastel.
Y por si la crisis financiera global no fuera suficiente, los "hombres de negocios" han apretado a la economía real del país provocando una devaluación del peso. Las autoridades no la nombran así, dicen que se trata de un "deslizamiento". Sin embargo, el peso se ha devaluado cerca del 30%, pues hoy, 21 de octubre del 2008, se están pagando $13.28 por cada dólar en contraste a los $10.26 que costaba no hace más de 40 días. Además, el precio del petróleo también ha descendido a 59 dólares por barril, valor muy inferior de los 70 dólares presupuestados para 2009. Si a esta situación le agregamos que nuestros paisanos radicados en EUA, ya sea legal o ilegalmente, han estado perdiendo sus empleos, será entonces inevitable que el volumen de remesas disminuya notablemente. Así, México recibirá menos ingresos, la inflación se disparará, disminuirá el mercado interno y no será raro que veamos la quiebra de varias empresas y que haya despidos masivos. Y como eso mismo está pasando globalmente, a quienes somos faltos de letras o noticias, no nos queda sino comer sopa de "jodeos", porque los fideos ya se acabaron. Pero eso no nos impide notar que el sistema económico llamado neoliberalismo ya se agotó. Creo que las dudas ya se disiparon, dejar la economía como un velero a merced del viento del libre mercado, sin timonel, la hace zozobrar. No lo digo yo, lo dicen los hechos.
Alguna vez Albert Einstein dijo que es estúpido esperar algo diferente haciendo siempre las mismas cosas. Lo triste y doloroso es que los Estados, dominados por la élite universal del dinero, siguen haciendo lo mismo, obviamente porque es a ésta a quien se beneficia. Todo el sistema financiero y las políticas económicas han sido diseñadas para favorecer a las clases privilegiadas. A ellas les toca la tajada del león; a nosotros, a las enormes mayorías, corresponden las carencias, las hambrunas y las enfermedades. Negocios son negocios, ni hablar.