La respuesta oficial ha sido un incremento en las cuotas de importación de maíz (de las cuales alrededor de un tercio es transgénico) y el ocultamiento de los estudios que confirman la contaminación de los cultivos mexicanos. Asimismo, no se ha brindado apoyo u orientación a los campesinos afectados ni mucho menos se ha elaborado un plan de acción para atender este problema que pone en riesgo la seguridad alimentaria de las familias campesinas.
A principios de 2005 se aprobó la Ley de Bioseguridad que, lejos de proteger la biodiversidad de los maíces que existen en México, abre las puertas a las empresas agrobiotecnológicas. La "Ley Monsanto" promueve la introducción de transgénicos sin etiquetado -obligatorio en la Unión Europea-, y no establece parámetros claros para definir responsabilidades en caso de daños a los ecosistemas o a la salud pública.
Directo al corazón
En 2001 se dieron a conocer los primeros estudios que revelaban que la sierra de Oaxaca, el centro de origen del maíz a escala mundial, ya presentaba contaminación transgénica. Lo mismo ocurrió poco después con Puebla. De esta manera, México se convirtió en el único centro de origen de un grano básico para la alimentación mundial que ha sido contaminado con transgénicos.
Esta situación pone en grave riesgo a las comunidades campesinas e indígenas por varias razones. En principio, los granos transgénicos están patentados y la corporación propietaria de la patente puede demandar a aquellos campesinos que tengan ese grano en su siembra. Eso ya ocurrió en Canadá y nada impide que pueda suceder en México, especialmente si los terrenos agrícolas resultan atractivos para las empresas.
Por otro lado, los campesinos ya no podrán separar parte de su cosecha para la siguiente siembra, como lo han hecho desde hace miles de años. Con los transgénicos se verían condenados a comprar semillas y fertilizantes especiales para cada siembra.
Esto, no sólo pone en riesgo su seguridad alimentaria y la de muchas otras poblaciones. También amenaza su cultura, toda vez que el maíz mantiene una ancestral e indivisible relación con su gente, con sus costumbres culinarias, sus formas de convivencia y expresiones religiosas.
Por principio, precaución
Como los transgénicos son organismos vivos, una vez liberados al ambiente pueden reaccionar de maneras imprevisibles y difícilmente pueden ser controlados. Por ello, Greenpeace considera que se debe aplicar de forma estricta el principio precautorio, en vez de utilizarlos en la producción de los alimentos que llegan a nuestra mesa día con día.Tomado de Greenpeace .
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